viernes, 4 de marzo de 2016

AURELIO GUIRAO; VEINTE AÑOS DESPUÉS

                          Auto-retrato Aurelio Guirao

   Era sábado, mes de junio, años ochenta. Le fui a esperar a la estación de Atocha. Creí que llegaría "ligero de equipaje";-como dijo Machado. Pero cuando la puerta del vagón se abrió, aparecieron tres voluminosas cajas y detrás de ellas la sonrisa beatífica a la vez que irónica del poeta. Llegamos hasta un taxi que nos condujo hasta el número catorce de la calle San Roque. Domicilio de un amigo común: el escritor y experto en teatro hispano-americano Carlos Miguel Suárez Radillo. Esa tarde era la presentación madrileña de su recién estrenado libro: "Ceguedad de la Carne". Ingenuamente llegué a creer que aquellas cajas contenían ejemplares del libro mentado;-aunque las cuentas no me salían, ya que los invitados serian una treintena, más o menos.
    Cuando Aurelio comenzó a abrir aquellas cajas viajeras comprendí todavía más su sentido social, su fino humor y sus "misse en scene" tan particulares. "Pasteles de Cierva", "Yemas" adquiridas en no sé que convento de clausura murciano; vinos de Jumilla, Bullas y Yecla.Varios tarros conteniendo las famosas olivas ciezanas: "mollares", "enteras" y "chafás". Cerraban la expedición dos enormes recipientes repletos de "Ensalada murciana" y "Ensalada pipirrana".
    Ni que decir tiene que Aurelio conquistó con su verbo cálido, su enorme talento como "rapsoda" y su imnata elegancia a la concurrencia. Allí estaban poetas como Rafael Alfaro, Edith Llerena o Pío Serrano; amén de algunos críticos, editores o simplemente amigos.
    El personal quedó gratamente entregado a Aurelio, sus poemas recién estrenados, a su candor y sobre todo a las viandas con las que había agasajado a todos ellos. Aquella noche, el poeta también había sido noble embajador de la gastronomía murciana. Y la ensalada "pipirrana" había conquistado los paladares de los invitados; sopando continuamente trocitos de pan en tan lujurioso condimento ciezano. Hasta un crítico literario japonés anduvo esquilmando hasta última hora los restos de la adorada "pipirrana".

     De Aurelio podría decir tantas cosas, que se haría interminable el texto. De su oficio y destreza como dibujante y pintor; siendo la captación del natural uno de sus grandes poderes. El amor y entrega que tuvo hacia la pintura. Aunque sería la poesía el último destino de su sensibilidad de hombre de otra época. Hasta le oí entonar fragmentos de ópera mientras dibujaba. Y lo hacía con muy buen gusto y cadencia; con registros de barítono ligero.
    Su familia artística, que siempre fueron los miembros del grupo literario "La Sierpe y el Laúd" quisieron rendir algo más que un típico-tópico homenaje; digamos que algo más entrañable y sentido hacía quien fue uno de los hombres mas talentosos del siglo veinte; -aunque desconocido para casi todos, como los grandes genios.....
                                 Giovanni R.Tortosa.


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